Columnas de Opinión

Cuando pensamos en los niños

Por: Carolina Jaque, docente Terapia Ocupacional Universidad Santo Tomás Los Ángeles

Cuando pensamos en los niños, una de las primeras cosas que vienen a nuestra mente es su
protección, y no olvidemos que el Día del Niño se conmemora porque luego de la Primera Guerra
Mundial se genera una preocupación debido a la situación precaria en la que se encontraban.
Luego de eso Naciones Unidas celebra este Día Mundial de la Infancia en honor a la aprobación de
la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y a la Convención sobre los Derechos del Niño en
1989, el tratado internacional más ratificado de la historia; desde ahí, los esfuerzos se centran en
promover su bienestar y protección. En muchas familias los niños son el centro del
funcionamiento familiar, ponemos toda nuestra energía y esfuerzo en hacerlos felices y es aquí
cuando viene la pausa.

En el Día del Niño los medios masivos de comunicación centran la atención en ellos, nos
sensibilizamos y las personas en general ponemos a los más pequeños como protagonistas, pero
¿Hemos pensado como queremos impactar este día en ellos?
La invitación es a rememorar nuestras experiencias, porque en general todos tenemos recuerdos
memorables de nuestra niñez, sean olores, sabores, lugares, personas y en ocasiones objetos; lo
que nos lleva a ese momento de felicidad, felicidad que de acuerdo con la definición de los
diccionarios es entendida como “un estado de ánimo, donde las personas se sienten satisfechos de
gozar lo que desean y disfrutar de algo bueno”.

La pregunta entonces es, ¿Qué le queremos entregar este Día del Niño a nuestros niños? y lo más
importante, ¿Qué voy a entregar yo como adulto? Yo propongo entregar lo que hoy en día más
nos falta, tiempo. Que gran regalo ¿cierto?, no le quiero restar importancia a ese regalo en el que
han pensado o que ya compraron, pero acompañemos ese objeto con nuestra presencia,
generemos recuerdos, escuchemos sin sesgo alguno los deseos de nuestros niños en este día,
comprendamos sus pensamientos, su lógica.

Solo por hoy entendamos que quería la manzana a la mitad y no cortada en trocitos, que es
vegetariano/a pero no le gustan las verduras, que el vaso para usar hoy era el azul y no el verde,
que ya no quiere terminar el helado porque está muy frio, que se quiere bañar pero sin mojarse,
que llore porque no le dejo tener un tiburón de mascota, porque quiere de vuelta las uñas que le
corte, o simplemente porque no quiere dormir sola/o.

Los niños deben vivir todas las emociones que el mundo les va a entregar: pena, enojo, tristeza,
miedo, esperemos que estén tristes si su perrito se va al cielo, esperemos que se enojen si alguien
les rompe su juguete favorito, pero esperemos que el día del niño sean felices, así tal cual.
Seamos parte sin condiciones este día, inventemos un desayuno del día del niño, o un almuerzo
especial, salgamos a un lugar entretenido, abracemos más, conversemos más, que nos duela la
guata riéndonos.
¿Y cómo sabemos? Quizás en algún momento de nuestras vidas, tengamos más de un Día del Niño
al año.

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