Cuando lo privado se vuelve público: Filtraciones y crisis de confianza

Gabriel Díaz Cerda
Periodista y Capitán Equipo de Debate Santo Tomás Los Ángeles.
Una definición básica para esclarecer. En la esfera pública se dirimen los asuntos que incumben al complejo interrelacionado que denominamos sociedad, y que por lo tanto son objeto de debate público.
Esto lleva a cuestionar cuáles son los límites de la vida privada. Por contraposición, la opinión pública encuentra su devenir en ámbitos o lugares donde los actos y las palabras comprometen la experiencia política de los colectivos sociales. “Cuando un discurso construye o destruye lo que es de todos
y todas, ya no es privado”.
Que la presidenta de la Cámara de Diputados sostenga, a una alcaldesa también vinculada con la coalición gobernante, estar «decepcionada del proyecto político del Gobierno» y que «este gobierno es lo peor que nos ha pasado» cuestionando de paso la calidad humana y política del Presidente de la República y sus más cercanos colaboradores, es a todas luces un fenómeno que atañe a la opinión
pública. Los agentes que intervienen en este diálogo y la filtración a la esfera pública de estas declaraciones juegan un rol fundamental.
Como es sabido, el Ministerio Público accedió a estas conversaciones de chat en el marco de una investigación por presunto tráfico de influencias. Acto seguido las declaraciones, de quien fuera conocida como una de las principales figuras del mismo movimiento estudiantil que vio nacer el liderazgo del hoy Presidente Boric, fueron facilitadas a uno de los medios más importantes de circulación nacional.
En un equipo periodístico y editorial estuvo el decidir si estas declaraciones eran objeto o no de debate público. La filtración a la prensa plantea preguntas legítimas sobre el papel del periodismo y los límites de la privacidad en la política y los procesos judiciales. La decisión de publicarlas no es un acto neutral, implica sopesar el valor informativo y las posibles consecuencias para la gestión del gobierno.
¿Quién facilitó esa información? ¿Qué motivaciones tuvo para hacerlo? ¿Qué objetivos particulares se esconderían tras estas revelaciones? Más allá del contenido de los mensajes, sería clave también acceder al propósito detrás de la difusión.
De cualquier forma, existen dimensiones insoslayables: la crisis de las instituciones y partidos políticos, el descrédito del liderazgo del Presidente de la República, la pérdida de fe en la democracia y los proyectos políticos.
Si la democracia representativa exige que los políticos dialoguen y tiendan puentes con los intereses de los representados, la ciudadanía tiene derecho a preguntarse si las críticas expresadas en privado por una alcaldesa y la presidenta de una de las cámaras del órgano legislativo reflejan un proceso legítimo de
debate interno o una desconexión con sus discursos públicos. Lamentablemente, esta filtración contribuye más a reforzar la percepción de una merma importante en el apoyo político hacia el Presidente de la República al interior de su propia coalición, agudizando de paso tanto la desafección ciudadana como la idea de que la política se maneja con dobles discursos.
Al mismo tiempo, es necesario reconocer que la democracia necesita espacios de deliberación privada que permitan a los diferentes actores debatir sin temor a que cada palabra expresada en un momento de frustración se convierta en un arma en su contra. Es legítimo que existan debates internos, críticas y replanteamientos estratégicos sin que ello signifique necesariamente traición de principios. Exigir
una transparencia absoluta en todos los espacios podría limitar la capacidad para evaluar y corregir.
Es desafiante definir qué información debe formar parte del debate público, reforzar la transparencia sin desincentivar el debate interno en la política. La respuesta no es sencilla, pero es crucial para el buen funcionamiento de la democracia.