Los Ángeles

Día Internacional de la Mujer Trabajadora: Largo camino nos resta

Ps. Mg. Laura Gabriela Chamorro Vásquez, Coordinadora de la Clínica Psicológica y Académica
de Planta de la Carrera de Psicología de la Universidad Santo Tomás, sede Los Ángeles.

Al escribir esta columna no puedo evitar pensar en todas las mujeres que con su vida y legado a lo
largo de la historia, me permiten el día de hoy poder hacerlo; Eloísa Guzmán, Laura Rodig, Amanda
Labarca, Esther Valdés, Elena Caffarena y tantas otras.

Y en memoria de todas ellas, muchas veces olvidadas por los grandes panteones de la historia, es
que tenemos el deber de conmemorar este nuevo Día Internacional de la Mujer Trabajadora y
justamente trabajar para estar cada vez más cerca de cumplir con las demandas de justicia y
equidad.

Atrás quedaron los días en que se regalaban flores y chocolates, o se dedicaban ciertas canciones
de ciertos cantantes populares a la “flor más bella”.

Y es porque no hay motivos para celebrar; sino que para conmemorar aquellos acontecimientos
que están a la base del reconocimiento internacional de este día, el cual se remonta a aquella
fatídica tarde del 25 de marzo de 1911, en que es incendiada la fábrica de confección de camisas
“Triangle Waist”, falleciendo 123 mujeres, en su mayoría inmigrantes que tenían entre 14 y 23
años de edad. Las mujeres de esta fábrica habían comenzado una serie de protestas en contra de
sus miserables condiciones labores y por el fin del trabajo infantil desde el 8 de marzo de 1857.
Debido a este suceso, durante la 2° Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en
Dinamarca en 1910, más de un centenar de mujeres provenientes de 17 países, acordaron
promulgar cada 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el cual es declarado por
la ONU en 1975.

Sin embargo, en pleno siglo XXI, aún existen desigualdades en cuanto al aseguramiento de
condiciones justas para el acceso de las mujeres al mercado laboral. Según la OIT (Organización
Internacional del Trabajo) la ocupación de las mujeres se concentra en empleos de menor
calificación y remuneración, muchas veces para poder conciliar el trabajo doméstico y de cuidados
con jornadas laborales regulares.

Así mismo, las mujeres sufrimos la llamada segregación profesional, que no es otra cosa que los
efectos directos de la división sexual del trabajo, la cual se refiere a la manera en que cada
sociedad organiza la distribución del trabajo entre hombres y mujeres, según los roles de género
asignados a cada sexo.

Si bien, la brecha de género ha disminuido, la postulación de mujeres a cargos de Alta Dirección
Pública ha sido menor que la de los hombres (Servicio Civil, 2023), presentando una menor tasa de
participación laboral, debido principalmente a razones familiares permanentes, lo cual condiciona
directamente su autonomía económica (Encuesta Nacional de Empleo, 2022).

Estos antecedentes, más allá de desmoralizarnos, deben ser un constante aliciente a nuestros
esfuerzos por generar acciones concretas para eliminar la discriminación y el acoso por razón de
género a través de mecanismos legislativos, regular los trabajos más precarizados en los cuales
hay mayor presencia femenina, promover acciones que permitan conciliar la vida laboral y la vida
familiar, romper con los estereotipos sexistas que desfavorecen a las mujeres y visibilizar y
reconocer el histórico aporte de las mujeres al mundo laboral.

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