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El autocuidado como herramienta poderosa en la prevención del cáncer

Si consideramos que en Chile la mitad de nuestra población fallece debido a enfermedades crónicas no transmisibles, y de estas muertes, un cuarto se debe al cáncer, su prevención suena como una tarea lógica, oportuna e importante. Sin embargo, nuestro comportamiento no lo demuestra; esto se debe a que, al tratarse de una palabra que asociamos a muerte, evitamos
hablar del tema y, con ello, no logramos identificar acciones que permitan su prevención.
Como concepto general, debemos entender que el cáncer es una enfermedad crónica no transmisible, incluso si buscamos la definición de esta terminología veremos que cáncer, diabetes, hipertensión arterial, obesidad y otras enfermedades cardiovasculares se encuentran incluidas
dentro de un grupo de patologías que se caracterizan por ser de larga duración, progresión lenta, incurables y que su génesis y desarrollo resultan de la combinación de factores genéticos, fisiológicos, ambientales y conductuales.
La responsabilidad de adoptar acciones que permitan cambios conductuales se denomina autocuidado; de manera amplia, este término implica la capacidad de desarrollar acciones de protección, conservación y cuidado de la propia salud, haciéndose necesario para ello que cada
persona identifique sus necesidades y planifique acciones que permitan cambios conductuales.
Al analizar el problema e intentar buscar respuestas del por qué no somos lo suficientemente diligentes en la prevención del cáncer, como posible hipótesis podríamos mencionar que la palabra “no transmisible” tiende a considerarse como algo “no problemático” y que, por otro lado, la palabra cáncer tendemos a evitarla, lo que no permitiría un adecuado y urgente desarrollo de capacidades y acciones conscientes que permitan su prevención.
Por tanto, y dado lo expuesto, es imperativo que la población comprenda que el cáncer es considerada “una enfermedad crónica no transmisible”; sin embargo, cuando existe una alerta de sospecha de cáncer, ésta se transforma rápidamente en una enfermedad de tipo aguda, pues se
requerirá intervenciones urgentes y rápidas para lograr la sobrevida. Luego, una vez superada la “emergencia”, nuevamente se vuelve a considerar una “enfermedad crónica no transmisible”; esto debido a que, en esta etapa, la persona deberá preocuparse y ocuparse de forma activa en cómo abordar y minimizar aquellos factores de riesgo que se encontraban presentes antes de su diagnóstico.

Marisol Durán Palma
Enf. Magíster en Enfermería
Jefa del Departamento de Garantías Sanitarias
Servicio de Salud
Miembro del Colegio de Enfermeras de Chile

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