Columnas de Opinión

Volver a la comunidad

Si nos detuviéramos un momento a mirarnos y encontrarnos en el dolor y la
incomodidad, podríamos ver que la enfermedad subyace nuestra individualidad y es
mucho más compartida de lo que creemos.

Por: Pawlova Alvear Zapata, Psicóloga, Magister en Educación. Gestora territorial docente UST
Los Ángeles.

Llevo un tiempo preguntándome ¿cómo lidiar con la frustración de no ser lo suficiente en este
modelo social altamente competitivo? Y a partir de esto ¿Podemos vivir y sentirnos de otra forma
en el encuentro social?
En mi práctica como docente y gestora territorial, he tenido la suerte de encontrarme con esta
interrogante y reflexiones que un grupo variado de personas me han presentado desde sus
experiencias y afectaciones.

Me propongo en esta columna compartir una síntesis de estos procesos reflexivos. Vivimos en una
sociedad y un paradigma que nos exige constantemente construir y representar los logros bajo
una mirada de la aceptación y reconocimiento de los otros(as).
En ocasiones esto puede generar mucha tensión, más cuando la lógica de esta representación nos
promueve la idea de que la individuación y la diferenciación constante es el camino para la
representación de nuestra identidad y la satisfacción personal.
Esta nueva forma de vida neoliberal puede saturar las narrativas que vamos configurando para ser
parte del medio social, adoptando un lenguaje y una forma de significar(nos) muchas veces
punitivas de nuestros propios procesos, llevándonos a estados de malestar subjetivo, en el cual
nuestras emociones, cogniciones, conductas y relaciones se ven permeadas por estos significados.
Nos tornamos vulnerables a la mirada ajena, buscamos respuestas en la experticia de otros(as),
construyendo expectativas de ser sanados y, poder así, bajar los niveles de estrés que la
cotidianidad y las demandas sociales de competencia nos exigen. Nos volvemos pasivos y victimas
de nuestra situación o nos sobre responsabilizamos de un problema que deviene en nosotros(as)
desde lógicas estructurales que son dañinas.

El llamado a volver a la comunidad nos propone otro paradigma, centrado en la comprensión y el cuidado de quienes estamos siendo en este constate devenir de la vida, aceptar la complejidad de los problemas que nos envuelven y la posibilidad de pensarnos en una sanación comunitaria, desde grupos de discusión y apoyo donde generemos instancias de colaboración y reconstrucción de nuestros discursos, en la mirada horizontal de involucrarnos activamente en la vida de este otro(a) diverso(a) con el cual nos influimos mutuamente.

Es importante y un desafío entender la crisis no solo como un espacio de riesgo e incertidumbre,
sino también como el espacio concreto en el cual podemos crear estrategias para avanzar hacia un
futuro distinto y una transformación social mucho más humana y cálida.
Podemos reconstruir formas más amigables y amorosas de pensar(nos), somos oprimidos y
avasallados por un sistema injusto y desigual, pero a la vez somos privilegiados de tener el espacio
para significar, accionar y construir un diálogo interno y compartido de comprensión y contención
tanto para nosotros(as) como con quienes nos rodean. Nos necesitamos, somos seres gregarios y
es nuestra realidad adaptativa como especie.
El lenguaje es y ha sido nuestra herramienta, ocupémosla a nuestro favor para comunicarnos,
organizarnos activamente y cocrear un escenario social que nos permita en conjunto satisfacer
nuestras necesidades y mejorar nuestra calidad de vida.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba